Situado al sur del Macizo Central, en Aveyron, el pintoresco pueblo de Aubrac se encuentra en el altiplano del mismo nombre, a 1.300 metros de altitud. Desde la Edad Media, ha sido un popular pueblo de parada para los peregrinos que recorrían la Via Podiensis, uno de los cuatro caminos que conducen a Santiago de Compostela. Aquí, hace unos diez años, Virginie Salazard decidió abrir su casa de huéspedes, L’Annex d’Aubrac.
En un principio, durante una estancia en 2007, se enamoró a primera vista de una región única, casi fascinante, formada por grandes espacios abiertos y rocas de granito. con un amigo fotógrafo que seguía a la bestia de Gévaudan. Y, al mismo tiempo, se enamora de un edificio grande, algo austero, que se encuentra en la plaza del pequeño pueblo. “Estaba sentado en la terraza, justo enfrente del edificio, cuando supe que estaba en venta. A partir de ahí se convirtió en una obsesión. Sabía que algún día lograría comprarlo…”
Desde hace varios años, Virginie Salazard alquila la casa los fines de semana y las vacaciones, señalando de paso que Aubrac, visitado tanto por peregrinos flanqueados por un burro como por turistas en un Aston Martin, presenta un verdadero potencial turístico. Compró el lugar en 2013 y luego dejó Marsella, donde trabajó en la moda., especialmente como modelo, para establecerse definitivamente en el pueblo y poner en marcha su negocio.
Vlad, el perro lobo
En aquel momento, el edificio ya estaba configurado como casa de huéspedes, pero la nueva propietaria se hizo cargo del local, inspirándose en sus viajes, sus pasiones y el paisaje mineral circundante. Las baratijas y muebles que ha ido comprando a lo largo de los años finalmente encuentran su lugar mientras ella continúa recorriendo incansablemente ventas de garaje y desembalajes profesionales para terminar de acondicionar los 1.000 metros cuadrados de espacio habitable.
La casa, rebautizada como Anexo de Aubrac porque aquí vivió el personal del gran hotel del pueblo, cuenta con cinco habitaciones, todas ellas decoradas con el toque decorativo de Virginie Salazard, especialista en combinaciones ingeniosas. La planta baja marca la pauta: enorme chimenea, estufa de leña, alfombras mullidas, pieles de animales, candelabros… Nada perturba el ambiente acogedor, ni siquiera el otro dueño de la casa, el perro lobo Vlad, encarnada la dulzura, que vigila discretamente. el grano.
Después de los dos salones contiguos y del tramo de escaleras, el encanto continúa en las plantas superiores. Paredes gris arena Tono sobre tono con el paisaje circundante, un dúo de bañeras colocadas sobre bloques de basalto, una guirnalda de pizarras que dominan los lavabos, mantas acogedoras… La sala Aubrac, que se extiende sobre 40 metros cuadrados, evoca la mineralidad de la región y la dureza. de su clima.
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