En Etiopía, la hambruna en Tigray, una batalla política

Tonos de ocre hasta donde alcanza la vista. Las parcelas y cultivos en terrazas donde habitualmente crecen los cereales quedan reducidos a inmensos campos de polvo. L’unique matinée de pluie, il y a deux mois, a légèrement arrosé les collines d’Atsbi (un district de l’est du Tigré), laissant percevoir de fines pousses de blé dans un pré, avant que celles-ci soient grillées al sol.

En esta zona semiárida de Tigray, los últimos incidentes significativos se remontan al otoño de 2022, en el momento de los últimos combates de la guerra civil. El conflicto opuesto entre 2020 y 2022 los rebeldes de Tigray a las fuerzas federales etíopes, apoyadas por Eritrea. Habría causado al menos 600.000 muertes según una estimación de la Unión Africana (UA).

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Con sus sandalias de plástico cubiertas de polvo del suelo seco que alguna vez fue un campo de teff, un cereal que constituye el alimento básico del país, Tesfaye Hailu, administrador de la aldea de Felegweyni, en el este de Tigray, señala varias granjas habitadas. Los habitantes huyeron, abandonando sus hogares y tierras. El ganado lleva meses muerto. Los agricultores no querían sufrir lo mismo, precisa el administrador. “No sabemos adónde han ido, no sabemos si volverán, no sabemos si están vivos”resume Hailu, cuyo campo lleno de piedras es tan triste como el de sus vecinos.

Al menos 42 habitantes de este pueblo de 9.000 habitantes ya han muerto de hambre desde octubre de 2023, afirma el administrador, con notas en mano. “Normalmente febrero es la época de las primeras cosechas, pero aquí no tenemos ni un grano. El número de muertos aumentará porque las próximas lluvias no llegarán hasta mayo o junio, si es que llegan».se lamenta este cuarentón cuya mirada se pierde en el horizonte árido y desierto.

El hospital de Atsbi ha registrado un aumento del 200% en los casos de desnutrición desde noviembre. Tesfaye Hailu dejó de contar el número de sus vecinos que habían ido a pedir comida a las principales ciudades de Tigray o se habían exiliado a Yemen o Arabia Saudita. Otros todavía están reclutados en las filas de las Fuerzas de Defensa de Tigray.

El escándalo que tergiversa la ayuda humanitaria

Lishan Hagos, una granjera de 48 años y rostro bronceado procedente de las tierras altas de Etiopía, aún no ha abandonado su granja, a diferencia de sus seis hijos, que se han ido a Mekele, la capital regional, y a Wukro, la localidad más cercana. Su establo está desierto. La única vaca que lo ocupaba fue vendida en noviembre para compensar la falta de cosechas. Su madre, Azmera, “murió allí hace cinco meses, estaba perdiendo peso visiblemente, ya no tenía fuerzas, al igual que yo solo hacía una comida al día”dice con voz hueca, mirando al vacío, acurrucada contra la pared de su establo, con los hombros rodeados por un tradicional netela (chal). El agotamiento parece haber vencido sus reservas de lágrimas.

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