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Fue el mejor discípulo. Los más dotados, los más cariñosos. Durante veinte años, de los 17 a los 37 años, Aristóteles (384-322 a. C.) permaneció con Platón (v. 428-v. 348 a. C.). Inicialmente estudiante de la Academia, la escuela filosófica creada por su maestro en el corazón de Atenas, pronto recibió lecciones allí. Incluso parecía destinado a suceder algún día al padre fundador. De esta larga proximidad, varios testimonios indican la fuerza, intensidad y duración. Varias fuentes sugieren incluso un afecto, a veces un poco burlón, de Platón por Aristóteles.
El joven talentoso recibió así el apodo » el lector «siempre inmerso en algún texto, o incluso «inteligencia». Parece que Platón bromeaba sobre su corte de pelo, o su forma de vestir. Al parecer, no hay hostilidad abierta detrás de esta burla agridulce. Además, sólo después de la muerte de su maestro Aristóteles comenzó a criticar exclusivamente los rasgos principales de su obra. Y la ruptura se vuelve profunda.
No animosidad ni resentimiento, sino un ataque agudo. Sin herir al maestro, el ex discípulo cambia de actitud y de mundo mental. El punto nodal de desacuerdo se refiere al mundo de las ideas, un elemento crucial de la doctrina platónica. Aristóteles demuestra la inutilidad de la hipótesis de un más allá. Al crear esta ficción, Platón se extravió. No tiene sentido apartar la mente del mundo y tratar de contemplar las formas inmutables de las ideas. Al contrario, se trata de explorar la realidad, discernir su orden o clasificarla según nuestras categorías. Platón tendía a abandonar la tierra. Aristóteles lo escudriña.
La escuela rival
Lo usa de mil maneras. Como lógico, como médico, como biólogo, como politólogo. Realista, por mucho que su padre espiritual fuera utópico. Mientras Platón construye una ciudad ideal, Aristóteles inventaria las constituciones existentes. Contra la moralidad absoluta de su maestro, que jura por “un-bien-bello” iluminar el mundo de las ideas, explora dilemas éticos y prioriza sus dificultades.
Detrás de este divorcio, sin duda, podemos discernir dos grandes temperamentos humanos, como señaló Coleridge en el siglo XIX.Y siglo. Se parte en busca de lo absoluto. El otro se esfuerza por comprender cómo encajan los hechos. El hecho es que la ruptura equivale a una muerte filosófica. Sin repudiar violentamente a Platón, Aristóteles lo desvitalizó, estableció otras prioridades y finalmente fundó otra escuela en Atenas, el Liceo, ahora rival de la Academia.
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