La ambiciosa ley, que sus partidarios esperan que sea replicada a nivel nacional, ha sido caracterizada por los partidos opositores en términos duros. Para los partidarios del plan, es un paso hacia una compensación justa para los trabajadores con salarios bajos que han enfrentado riesgos importantes durante la pandemia. Para los opositores, es una medida catastrófica que hará subir los precios de los alimentos, provocará pérdidas de empleos y obligará a algunos franquiciados a considerar cerrar sus puertas.
«La gente no entiende que cuando los salarios suben, los precios también suben», dijo Bynum.
En los últimos años, Bynum ha aumentado los precios para tratar de mantener los márgenes de ganancia, y cada vez, dice, ha notado una caída en el número de clientes. Esto, a su vez, obligó a tomar decisiones dolorosas sobre recortes de personal y horas.
El nuevo salario mínimo añadirá entre 3.000 y 4.000 dólares a sus gastos mensuales, dijo, y aunque espera conservar a sus ocho empleados, no sabe si podrá alcanzar la suma.
Un empleado, Josue Reyes, ha trabajado en el restaurante de forma intermitente durante la última década.
Trabaja por las noches, a menudo toma el autobús y luego va al restaurante en su bicicleta híbrida. Reyes, de 35 años, dijo que los aumentos salariales constantes a lo largo de los años (ahora gana 16 dólares la hora) lo han ayudado significativamente. Gasta una gran parte de su salario ayudando a su madre a pagar el alquiler de su parque de casas rodantes y trata de ahorrar donde puede.
Aunque otro aumento salarial ayudará, Reyes, que ha trabajado en comida rápida durante gran parte de su vida, dijo que teme que en poco tiempo los empleos se vuelvan más competitivos y más difíciles de preservar.
