l‘La educación es una de las palancas más poderosas para reducir la pobreza en todo el mundo y lograr una mayor equidad e inclusión. Esta convicción fue colocada en el centro de la agenda del G20 (que se celebrará los días 18 y 19 de noviembre en Río de Janeiro, Brasil), por iniciativa de la presidencia brasileña y de la UNESCO, que es el socio preferente.
Pero la educación misma hoy está socavada por las desigualdades. el nuevo Informe de seguimiento de la educación mundial de la UNESCOpresentado a finales de octubre en Fortaleza (Brasil), destaca que 251 millones de niños y jóvenes en el mundo siguen privados de escuela. Representan el 33% de los niños de los países de bajos ingresos, en comparación con el 3% de los niños de los países de altos ingresos. (según categorías del Banco Mundial). Más de la mitad de estos jóvenes no escolarizados se encuentran sólo en la región del África subsahariana.
Cuando están en la escuela, los estudiantes todavía están muy lejos de recibir la misma calidad de educación y, por lo tanto, de tener las mismas posibilidades de éxito, ya que las brechas en el financiamiento de la educación son muy significativas. Según nuevos datos publicados por la UNESCO y el Banco Mundial, los países de bajos ingresos gastaron un promedio de solo 55 dólares por alumno al año en 2022, en comparación con 8.543 dólares para los países de ingresos altos.
Becas, nuevos establecimientos, estrategias educativas…
Esta inversión insuficiente de algunos países en educación no es una opción. Es la consecuencia de unas finanzas públicas agotadas por la falta de recursos financieros. El 60% de los países de bajos ingresos están sobreendeudados o corren un alto riesgo de sobreendeudarse, según el Fondo Monetario Internacional.
En 2022, en el continente africano, los costos del servicio de la deuda alcanzarán un monto comparable al de los presupuestos de educación pública. El mismo año, La proporción de asistencia oficial para el desarrollo global. (de países desarrollados a países en desarrollo) El gasto en educación cayó al 7,6%, frente al 9,3% en 2019.
Es posible romper con esta triple crisis –de pobreza, educación y deuda– a través de la solidaridad internacional y mecanismos de financiación innovadores, incluida la conversión de deuda en inversiones para la educación.
Varias iniciativas bilaterales han allanado el camino en los últimos años. Entre 2002 y 2011, Indonesia y Alemania llevaron a cabo un programa piloto que permitió la cancelación gradual de más de 77 millones de euros de deuda a cambio de la construcción de nuevos centros educativos y la financiación de becas para estudiantes de doctorado e investigadores. En 2006, Camerún y Francia llegaron a un acuerdo para redirigir más de mil millones de euros de deuda hacia la financiación de una estrategia educativa de diez años.
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