Los valses de Año Nuevo de Viena descifrados por la ciencia

El hermoso Danubio azul, El vals del emperador, La marcha de Radetsky… Estas obras legendarias se han convertido en el emblema de una celebración ritual: el concierto de Año Nuevo vienés. cada 1oh En enero, alrededor de las 11:15 horas (hora de París), resuenan en la capital austriaca los primeros acordes de una de estas danzas giratorias.

Durante más de ochenta años, esta misa mayor ha sido ofrecida por la Orquesta Filarmónica de Viena, conocida por “su sonido aterciopelado único en el mundo”, según el maestro Riccardo Muti. La ceremonia, retransmitida por radio y televisión desde 1958, es seguida en directo por unos 50 millones de personas en más de 90 países.

Por lo tanto, es al ritmo vertiginoso de los valses y polcas del padre de Johann Strauss y del hijo de Johann Strauss (y algunos de sus contemporáneos) que se celebra el año nuevo. Dos horas y media de mareos. Como si, en el fondo, esa embriaguez fuera necesaria para abrir el año, en un mundo lleno de ruido y furia. Como si este esplendor, bajo el dorado del Musikverein (“Casa de la Unión Musical de Viena”), fuera necesario para protegerse de los golpes del destino. Como si la melodía misma del vals, tan alegre como nostálgica, respondiera a esta ambivalencia humana, a esta tensión entre la alegría y las lágrimas.

Chefs con nombres legendarios, de todos los países, lideraron este evento: Lorin Maazel, Herbert von Karajan, Claudio Abbado, Riccardo Muti, Seiji Ozawa, Georges Prêtre (el único francés), Daniel Barenboim… Este año, será el alemán Cristian Thielemann.

Pero ¿qué esconden exactamente los hilos de terciopelo de estos valses de Año Nuevo? Más allá del ritual un tanto fijo, hay que saber antes que nada que una parte –bastante sutil– de libertad se cuela cada año en la ejecución de estas páginas musicales.

Analizar las interpretaciones.

Aquí es donde la ciencia entra en juego. O, más precisamente, el análisis digital de las grabaciones de estos conciertos, que permitió comparar rigurosamente sus interpretaciones. Una tarea difícil para un cerebro humano. “Incluso los músicos con muy buena memoria musical tienen dificultades para recordar con precisión un gran número de interpretaciones”explica Chanda VanderHart, musicóloga de la Universidad de Viena.

Un equipo de esta universidad ha desarrollado dos programas de software capaces de apoyar nuestra memoria musical. El primero, Mei-friend, hace que las partituras sean legibles por computadora, que luego puede “comprender” la estructura de una obra musical y tocarla con una entonación simple. Este software utiliza un formato de codificación musical y, sobre todo, hace que sea fácil encontrar pasajes interesantes, marcarlos, agregar anotaciones y compartirlos »explica David Weigl, informático musical, primer autor de este trabajo.

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