Reinventar el R5 y el R4, electrificar el Mégane, rejuvenecer el Espace, sin olvidar renovar el Twingo. Renault está dando marcha atrás en el rumbo de su historia para reconquistar las posiciones perdidas y volver a convertirse en un fabricante generalista que cuenta. Esta vez es el Escénico el que es objeto de una reinterpretación completa. Un modelo nacido en 1996 y que fue uno de los más innovadores de la marca, antes de quedar marginado por el declive del monovolumen, que cayó en desuso con la llegada de los SUV.
A pesar de esta imagen empañada, el fabricante eligió Scenic como nombre de bautismo para su primer vehículo familiar totalmente eléctrico. Esto evita invertir en una costosa búsqueda de notoriedad y permite recordar a los antiguos propietarios de este modelo, cuyas tres primeras generaciones disfrutaron de un gran éxito comercial. Al igual que sus predecesores, el quinto Scenic del nombre deriva del sedán Mégane –que desde entonces pasó a la tracción eléctrica y lleva la marca E-Tech–, con el que comparte la misma plataforma destinada a los modelos no térmicos.
Diseñado con atención al detalle, pero sin pompa, el Scenic E-Tech no es del tipo que provoca inmediatamente un enamoramiento incontenible. Sus formas son tranquilas, suaves sin ser planas, y desprende cierta personalidad, aunque su rival, el Peugeot e-3008, con el que finalmente se le puede comparar, juega más bien a un SUV. Para encontrar su lugar en un segmento familiar de compactos eléctricos cada vez más competitivo (Tesla Model Y, Volkswagen ID.4, BMW iX1, Volvo EX30), el nuevo Scenic avanza en sus puntos fuertes sin intentar ampliarlos. Renault es consciente de que la operación de reconquista exige no saltarse pasos y que cultivar o incluso exagerar el pudor, en los últimos tiempos, no ha dado tanto éxito.
Peso más bajo que la mayoría de los competidores.
Para un coche eléctrico que pretende ser el primer vehículo del hogar, la credibilidad pasa por la autonomía. A este nivel, el fabricante no ha escatimado en ofrecer, junto a la versión básica (60 kilovatios hora, kWh), una batería de alta capacidad (87 kWh) que garantiza, sobre el papel, una autonomía de 625 kilómetros. (frente a los 430 kilómetros de la otra propuesta). ¿Es esto realmente razonable? Las baterías mencionadas, a la espera de ser producidas en Francia, proceden de Polonia, donde el mix energético apenas está libre de carbono. Además, la red de estaciones de carga ultrarrápida ya está lo suficientemente mallada para contemplar largos trayectos con tranquilidad sin tener que cargar con una batería de 87 kW y 515 kg de peso.
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