Michel-Edouard Leclerc no recuerda las fechas. Esta curiosa amnesia tiene su explicación: odia mirar atrás, apenas se detiene en el presente, sólo piensa en el futuro. Por eso le resulta difícil ubicar exactamente ese día en particular en el que su familia se quedó helada de miedo. Duda entre 2002 o 2003, a menos que retroceda más. “MEL”, como le llaman en el mundo de la gran distribución del que es jefe de góndola, vivió entonces en París, donde trabajó incansablemente para la marca creada por su padre, Edouard Leclerc (754 tiendas en Francia, 165.000 empleados).
Los fines de semana intenta ir lo más a menudo posible a Landerneau, en Finistère, para visitar a sus padres, Hélène y Edouard. Este último es un personaje divertido: genio empresario, luchador, predicador, tiene un carácter inusual. Su hijo conserva la imagen de él como un personaje conmovedor, “a veces solitario, a veces hiperactivo, pasando de un aire soñador e inspirado a una excesiva generosidad en el diálogo y la sociabilidad”. Edouard Leclerc es también un bocado, un Lino Ventura gruñón y jactancioso, afable y atento, que nunca muestra su cansancio. Desde que, a principios de la década de 2000, hizo “un gran agotamiento”según su hijo, sin embargo, muestra signos de debilidad, ataques de melancolía y dificultad para concentrarse.
Ese día, en su bastión familiar bretón, Edouard, Hélène y su hijo almuerzan, como acostumbran, frente al informativo televisivo de Jean-Pierre Pernaut, en TF1. En medio de un reportaje dedicado a la enfermedad de Alzheimer, el patriarca saltó de su silla, señalando el televisor: “Ya está, eso es lo que tengo, ¿por qué no me lo dicen?” »él dice. La esposa y el hijo están petrificados. Siguieron largos años de sufrimiento, en los que el exjefe hacía terribles berrinches y se enfurecía por su impotencia ante la enfermedad que se apoderaba de él. La madre y el hijo intentan protegerlo de sí mismo, esconder su celular, las llaves de su auto, pero él a veces se escapa, huye, responde a pedidos, queda atrapado. “Ya no tenía el habla lúcidarecuerda el hijo. Se internaba en el bosque y lo encontrábamos por la mañana, se oían gritos de auxilio. » Edouard Leclerc murió en 2012 de insuficiencia cardíaca.
A partir de este largo período durante el cual vio decaer a su padre, “MEL” desarrolló un profundo miedo a la muerte y un curioso síndrome de Peter Pan, una fobia al envejecimiento. “Tengo miedo de tener la misma enfermedad que mi padre, de acabar como él”confiesa sin disfraz.
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