Basta mencionar el nombre de Gena Rowlands para ver cómo se iluminan de repente los rostros de actrices, comediantes y quizás también de todas las mujeres. Esto refleja mucho más que una inmensa admiración por su trabajo: una comprensión profunda e íntima de lo que hizo esta mujer, de la forma en que, precisamente, nos representó a todos. Gena Rowlands, fallecida el miércoles 14 de agosto en su casa de Indian Wells (California) a causa de la enfermedad de Alzheimer, a la edad de 94 años, fue poco más que una artista que revolucionó su arte. Parecía haber cubierto todo el espectro de la experiencia femenina, con un marcado gusto por los fracasos más que por las victorias. Sus papeles más importantes cuentan la historia de una mujer exhausta, incomprendida, loca, ansiosa por la idea de envejecer, amando, pero amando mal, sola para llorar por ello. Quizás sea, para una actriz, el único territorio que recorrer, el único espectáculo que representar: el del cansancio femenino.
Su nombre es inseparable de otro, el del director y actor John Cassavetes (1929-1989). Una pareja mítica si las hubo, pero la fórmula poco ayuda a ocultar el bosque de todo lo que aportaron a su arte, la independencia hasta dejarse la propia piel, la amistad y el amor como combustibles creativos. Muchos cineastas han querido ser Cassavetes, tantas actrices han querido ser Gena Rowlands. Pero su genio estaba respaldado por una manera de hacer cine tan arriesgado, agotador y único que es inherentemente imposible de reproducir.
Virginia Cathryn Rowlands nació el 19 de junio de 1930 en una familia adinerada en Cambria (Wisconsin), de padre político local y madre ama de casa que involucró a su hija en sus actividades artísticas, pintura, música, teatro. Hasta los 12 años sufrió problemas de salud, fue a la escuela y desplegó su imaginación fuera de las paredes de su habitación. De nuevo en pie, entre los 14 y los 17 años se unió a un grupo de teatro muy ambicioso. Demasiado joven para probar suerte en Nueva York, intentó en vano alejarse del ambiente teatral: “Quería volver al mundo real, retomar mis estudios. Pero ya era demasiado tarde, el teatro no me dejaba ir».dijo en una entrevista con Stig Björkman (Cuadernos de cine(2001).
La televisión, su seguridad
Gena y John se conocen en la Academia Estadounidense de Artes Dramáticas (AADA) en Nueva York. Ella se unió a AADA cuando él se graduó. Se cruzan varias veces por los pasillos. Después de cada obra, Cassavetes se desliza entre bastidores para felicitar a la joven. Se enamoraron, formalizando su relación en 1953, no sin ansiedad para la actriz: “No tenía ninguna intención de dejar mi carrera y convertirme en ama de casa. Casi me enojé al encontrarme con John, porque nunca había visto a un hombre tan guapo, y me dije: «Estoy jodida». »
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